Cuando yo era joven y hablo de cuando andaba por los 14 ó 15 años, leí, por primera vez, la palabra “Yoga” en un catálogo que pedía mi padre por correspondencia, que, por cierto, era la forma de olisquear libros, artículos ó los productos más innovadores de lo que estábamos acostumbrados en mi Pueblo. Pues bien aquella palabreja que daba título a un libro, lejos de pasar desapercibida, quedó reflejada en mi mente adornaba mis pensamientos sobre ella con un halo de misterio y atracción a al vez. Ni siquiera adquirimos el libro anunciado quedándome con las ganas que poco tiempo después se fueron esfumando con las actividades diarias.
Años más tarde, con motivo de los estudios universitarios que realizaba en Madrid, tuve la oportunidad, casi al final de mi carrera, de asistir a unas clases de Yoga en el Centro Sivananda en la capital, aunque, debido a la distancia, los horarios y otros intereses del momento, lo volvía a dejar de lado.
Mas tarde, cuando corría el año 1996 y estando ya establecido en Coslada, trabajando en el Patronato de Deportes, me enteré de que, el propio centro Sivananda de Madrid, organizaba ese año un curso de profesores de Yoga en Kerala (india del Sur), entonces me dio un vuelco el corazón ya que para mi era una oportunidad única e irrepetible vivir esos momentos de aprendizaje comprimido durante un mes en la mismísima cuna del Yoga. Así que, sin dudarlo, pedí las vacaciones anticipadas y me fui. No me arrepentí de nada de lo que experimenté allí, algo que quedó grabado muy dentro de mi mente. Todavía, hoy en día, me suelo despertar a las seis ó seis y media de la mañana creyendo oír a los monjes de un monasterio vecino recitando las escrituras cantando a las cinco y media de la mañana, que predecía nuestra puesta en marcha media hora más tarde a las actividades diarias.
Os cuento esto en relación a comienzo de este relato, es decir, la huella que deja a veces algo que nos atrae y que se suele mantener viva, independientemente de las circunstancias de la vida, llamando, más tarde ó más temprano a nuestra puerta. Y no se trataba solamente de curiosidad, novedad ó ningún objeto efímero, sino de querer entender un mensaje interno que debes descubrir no importa el tiempo en que se haga, pero que no puedes dejar pasar cuando llega ese momento.
Como es natural, sobre todo para nuestra mentalidad occidental, lo primero que nos llama la atención son los mensajes de relajación, flexibilidad corporal y salud. Pero, cuando vas profundizando, comprendes que no era eso lo más importante sino el poder trascender otras realidades mediante la control y apaciguamiento mental gracias a la meditación y los ejercicios de concentración. Más adelante empiezas a comprender que, lo más importante es lo que podría parecer, en un principio, lo más obvio y sencillo, que es entender ó acercarte a entender el sentido de la vida, lo engañoso y problemático para la felicidad que puede ser aferrarse a todo lo que cambia y que, por tanto, no es lo real que debes perseguir, que obstaculiza ese objetivo y por lo tanto, esa felicidad que persigues en tu vida. Y ese objetivo venía impreso en la misma palabra que da nombre este método, filosofía ó como lo queramos llamar que es el Yoga, y no es otro que la Unidad, la unidad del Ser, de tu ser
interior.
Esta visión, que es principio y final del recorrido, es natural que se vaya descubriendo después, ya que, a veces, da un poco de miedo, por la falta de comprensión del significado correcto, y es que puede dar la sensación de perdida
de identidad. NO es más que la sensación de desaparición del yo más inferior ó más apegado a los objetos de los sentidos.
Lo cierto es que el Yoga parte de una única premisa sobre la que construye todo el extenso método que compone su enseñanza. Esta Única premisa es el Creador, Uno, que se expresa como una luz en todas direcciones y niveles de vibración posibles en crecimiento y evolución constante creando el espacio universal y todo lo que encierra.
De la misma manera que la luz banca se desglosa en colores cuando atraviesa un prisma de cristal, lo que sería el efecto visual del arco iris. A nosotros nos parce que estos colores son reales pero, en verdad, la única realidad es una sola luz, la luz, el color blanco que encierra a todo los demás y los refleja sobre diferentes objetos y estos devuelven el que no absorben.
Así también podemos concluir que nosotros somos Uno que obra a través del filtro de la creación mediante infinitas expresiones y formas de actuar en su esfuerzo por Ser y volver a la Unidad. Se trata, como dicen los Yoguis, de la Respiración de Brahman (Dios ó el Creador para nosotros), Exhala y crea, inhala y recoge todo. Son el Día y la Noche de Brahman, lo cual viene a decir que Dios se expresa y se manifiesta en el día de Brahman y permanece no manifestado en la noche. Lo que más se parece y da la razón en cierto modo, hoy día, a esta teoría maravillosa pero relatada de manera más burda y grosera, es la teoría del Big Bang, el universo en expansión.
Esta es la respuesta al destino del hombre y su felicidad:
Deberíamos actuar sin actuar, como dice el Bahavad Guita, “ver la inacción en la acción y la acción en la inacción”. Dios actúa a través de tu cuerpo si ofreces tus actos a Él, única forma de no acumular karma e ir directos por el camino natural y recto respecto a la Gran obra universal. Es la única forma de no desviarse de nuestra verdadera misión que es contribuir a al misma