Recuerdo, cuando era niño, que tenía una gran ilusión por este día de las fiestas de navidad, quizá el más esperado por cuanto suponía la recompensa de tanta paciencia para conseguir, por fin, los ansiados regalos que unas manos mágicas colocarían, mientras dormíamos, en el balcón de casa. Para ello habíamos escrito la carta personal con el juramento de que nos habíamos portado medio bien, unos días antes, enviándola por correo “A sus majestades de Oriente…..” y el mismo día, por la tarde, nos preocupamos afanosamente de colocar, cuidadosamente, los zapatos, bien limpios en aquél lugar. Luego íbamos a ver a esos tres Reyes Magos, cuando pasaban por el pueblo, en sus caballos, con sus pajes y su caravana, lanzando caramelos y saludando por doquier. Esa noche había que acostarse temprano para que no nos sorprendieran los Reyes, despiertos , ya que de ser así, no dejarían los regalos. Pero no sin dejar alguna copa de anís y unos dulces navideños en la mesa del comedor.
Así era todos los años. Nosotros hasta los 9 ó 10 años no nos planteábamos si era una
casualidad que llegaran a repartir al mismo tiempo a todos los niños del mundo, ó si al rey negro se el veía como pintado, ni siquiera que se parecía al herrero del pueblo, ni que la carta iba sin dirección. Nosotros, en la inocencia de la niñez, lo veíamos todo posible y los pequeños detalles, se pasaban por alto al no ser relevantes.
Para colmo, ya alrededor de los 10 ú 11 años, cuando podría desvelarse el misterio, ocurrió algo tan milagroso como inesperado. Cuando estábamos a punto de acostarnos, llamaron a la puerta, abrió mi padre y vi como aparecían por la puerta los tres Reyes que había visto en la cabalgata por la tarde, con sus túnicas, sus coronas, sus grandes barbas… a quién le importaba que éstas parecían postizas, ó que el rey negro, en el cuello, parecía asomar un corte de piel blanca.
Allí estaban ellos y, habían venido en persona a casa, y, además, traían en sus bolsas rojas y verdes, los regalos que habíamos pedido en la carta. Para mí fue la mejor experiencia de mi vida, increíble.
Estuvieron unos momentos hablando con mi padre, preguntándonos si nos habíamos portado bien, etc. Luego, se tomaron algún dulce y la copa y se marcharon, alegremente, diciendo que tenían mucha noche por delante para repartir a todos los niños que no eran pocos. Esa noche no la olvidaría jamás en mi vida.
Lo que ocurrió fue que mi padre, administrativo del ayuntamiento del pueblo, tenía cierto don de gentes y, ese año, que hacían el papel de reyes unos amigos más cercanos, quedó con ellos en casa para este fin.
Con este aliciente, la ilusión del cuento de los reyes magos, me duró hasta la pubertad, casi los 14 años y porque ya era demasiado patente. Vamos que era como “Yo contra el mundo”. Lo reconocí pero no sin cierta nostalgia.
Ventajas y Beneficios de esta Experiencia Infantil
El hecho de compartir esta experiencia es porque creo que todas estas ilusiones fantásticas y simbólicas que se remontan a la noche de los tiempos, no deben acortarse en la niñez, ni perderse:
- Mantienen la inocencia de la niñez
- Estimulan la imaginación
- Nos hacen revivir las historias simbólicas de la humanidad
- Fortalecen la paciencia, saber esperar, trabajar para conseguir, etc.
- Nos recuerda las buenas obras para conseguir el objetivo, en este caso, el regalo.
Además al repetirlo cada año, se vuelven hábitos que repetimos de generación en generación, como una ceremonia que también estimula la imaginación de los padres de sorprender a nuestros hijos.
Actualmente el objetivo de la comercialización y el consumo están alterando sensiblemente este evento hasta el punto de que, en algunas familias, los hijos acompañan a los padres al centro comercial con objeto de elegir los regalos de reyes con las
consiguientes disputas por los mismos, lo cual no hace más que mermar la ilusión y borrar poco a poco, el significado y el sentido de esta fecha gravemente e hiriendo inconscientemente el correcto equilibrio mental del niño en su desarrollo progresivo hacia la madurez.
Significado Simbólico
Igual que la Navidad es otra de las fiestas asimiladas por el cristianismo de las fiestas paganas existentes, en este caso el 6 de enero que era la Epifanía (manifestación, fenómeno milagroso).
El simbolismo es muy expresivo y, aparte de la historia Bíblica, viene a decir que estas tres Magos Astrólogos que representan las tres divinidades:
- Melchor (continente Europeo) ó Brahma,
- Gaspar (del continente asiático) ó Vishnu y
- Baltasar (del continente Africano) ó Shiva,
Llevan al recién nacido los regalos para su manifestación vital en equilibrio, que son, respectivamente:
- Oro (representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes), nacimiento, Satwas. También representa al Sol como astro reinante, energía creativa.
- Incienso (que representa su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios), manifestación y expresión en la vida, Rajas, representa el aire de naturaleza activa y movimiento, y..
- Mirra (un compuesto embalsamador para los muertos, representando el sufrimiento y muerte futura de Jesús), decaimiento y muerte, Tamas, que así, representa el cambio continuo para evolucionar.
Este significado interno que nos recuerda en todo momento y, sobre todo, cada año, primero con la fiesta de la navidad de significado parecido y, la nuestra de los Reyes Magos, el recuerdo de nuestras tres cualidades siempre presentes en todas nuestra acciones y en toda la naturaleza, que deben encontrar el equilibrio para llevar una existencia plena y la consecución de los objetivos que nos propongamos de acuerdo a nuestra misión ó vocación en la vida.